Pepe Agujas, al recogerme del suelo,
casi se va al asfalto de bruces: tal era su estado mental. Aunque cualquiera da
un tropiezo en la vida, ciertamente, lo de Pepe Agujas era artificial. Me
explico. En un momento dado, cualquiera pierde el equilibrio. Pero si el
cerebro el ordeno y mando de los seres vivos, y particularmente de las
personas está alterado por algún producto... el equilibrio se torna inestable.
Y es que el cerebro de Pepe Agujas estaba atiborrado de heroína. Una forma de
suicidio a largo plazo.
La vida de Pepe Agujas se movía en esa
difícil línea de lo delictivo/legal. Obviamente, el hecho simple de comprar la
heroína ya entraba en lo ilegal. Y, aunque no siempre, el dinero, con cierta
frecuencia, provenía de pequeños hurtos y atracos. En sus condiciones, nadie lo
contrataba. Es más, en cierta ocasión se gastó un dinero que le fue confiado en
heroína, lo cual le costó el ser expulsado del trabajo.
Pepe Agujas había echado su vida a
perder. No hacía mucho, estaba metido en un grupo musical, como compositor.
Ignoro como se metió en este inframundo de la droga, pero si sé que, de unos
años para acá, Pepe Agujas era cliente habitual de algunos "camellos"
del barrio. No tendría mucho más de 30 años cuando yo lo conocí.
No era muy alto. Delgado. Con el pelo
más bien corto. No excesivamente aseado. Y en su tono de voz, un acento que
hablaba de un hombre tremendamente sensible a todo sentimiento humano. Vivía
solo. Ignoro si tenía familia. Si la tenía, desde luego, se habían desentendido
de él, y él de ellos. La casa de Pepe un piso pequeño estaba a oscuras desde
tiempo inmemorial. Sus amigos fueron quienes lo metieron en ese submundo. En su
soledad, su única compañía era la heroína. En verdad, muy triste.
Aunque, como digo, era adicto al
caballo, no le hacía ascos al canuto. Fueron muchas veces las que me uso para
deshacer la china y, así, mezclar con el tabaco rubio y liarse el
canuto, que se fumaban entre varios. También con Pepe conocí varios camellos,
de distinto pelaje. Pude observar que, entre ellos, había un código tácito. Es
decir, se movían por unas normas que nadie había dictado, pero que eran
observadas de forma muy estricta... y ay de aquel que se las saltara. Por
ejemplo, la competencia tenía que ser leal. Si alguien practicaba la
competencia desleal, se llevaba una paliza y la indicación de que se fuera de
la zona. También oí hablar de algunos enfermos de SIDA y de otros que
fallecieron por sobredosis. Afortunadamente, asimismo los había que estaban en
centros de desintoxicación. Muchos de estos últimos, no regresaron al barrio:
sabían que, si lo hacían, recaerían otra vez. Sin embargo, si empezaban de nuevo
en un sitio distinto, tenían más probabilidades de no tropezar en la misma
piedra, y, consecuentemente, de reintegrarse en la sociedad.
La ruta vital de Pepe Agujas era una
sucesión continua de bandazos, en todas direcciones, sin seguir una línea concreta.
En líneas generales, no era un hombre violento. Al contrario, procuraba evitar
las peleas. Amarillo de hepatitis, en cierta manera, sabía que, si no se
cuidaba, tenía los días contados. De hecho, el hígado ya le había dado varios
avisos -jamacucos-, en su argot, y cada vez más frecuentes y dolorosos.
Pepe Agujas tenía un amigo que, al
igual que él, estaba metido en el mundo de la droga y el alcohol. A este le
apodaban "El orangután". "El orangután", a diferencia de
Pepe, estuvo varias veces ingresado en hospitales. Su afición al anís seco y al
caballo lo había llevado varias veces a la U.V.I. El sí tenía familia.
Hijo único, vivía con sus padres. Era bastante violento, sobre todo cuando iba
bebido. Y, además, muy susceptible. Se peleaba con todo el mundo. De hecho, el
único que le aguantaba era Pepe Agujas. Los demás, a ratos.
En el fondo, "El orangután" y
Pepe Agujas eran dos almas solitarias que compartían su soledad y auto
marginación. Juntos destrozaban sus vidas. Juntos también intentaron poner
remedio a su existencia. Y juntos, un buen día, queriendo salir de la droga,
fallecieron. Descansen en paz.
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