Capitulo IX

Capitulo IX.

Cosme Perversidades

         Cosme Perversidades era uno de esos hombres que más le vale a uno no haber conocido nunca. En un principio, resultaba alguien super encantador: simpático, servicial... Pero, una vez que entras en trato, para salir corriendo y no parar. Una persona malvada donde las haya. Una mezcla de soberbia en grado sumo y de terrible complejo de inferioridad, con una buena dosis de envidia y mala sombra. Todo ello, aderezado con una labia increíble.

         Cosme Perversidades vivía solo... a temporadas. Frisaba los 50 y muchos años. Pero la práctica habitual de deporte, el cuidarse mucho en lo que se refiere a comidas y tipo de vida más el taparse las canas, hacía que pareciera más joven de lo que era en realidad. En los asuntos de amoríos, estaba más que curtido. Porque lo que, en realidad quería, era una mujer que le limpiara la casa y con quien, de cuando en cuando, mantener relaciones sexuales. Hay que reconocer que el tipo en cuestión sabia conquistarlas. Mujer que lo conocía y lograba escapar de sus redes, mujer que no quería oír hablar más de él. Las oleadas de odios que levantaba a su paso eran fuera de lo corriente. Con nadie era capaz de portarse medianamente bien. Sus compañeros de trabajo y, en líneas generales, quienes tuvieran trato con él lo aborrecían con toda el alma. Además de todo este cúmulo de perversión, el remate era su gran cobardía y, consecuentemente, la traición de que hacía gala.

         Cuando lo conocí, vivía con una mujer llamada Dolores. La convivencia entre ellos era, desde luego, insoportable. Debido a ese tremendo complejo de inferioridad de Cosme, era muy celoso. Unos celos de tipo patológico. Su cobardía llegaba al extremo de, cuando Dolores no obraba según él decía, pegaba a la mujer. Luego, cuando se arrepentía, le venía muy humilde pidiendo perdón... para, al cabo de corto tiempo, volver otra vez a las andadas. Por su parte, Dolores parecía no aprender la lección. Y siempre le perdonaba.

         Cosme llevaba a Dolores a todas partes con él. Sabía que, a pesar de todo, ella no iba a abrir la boca sobre su convivencia infernal con él. De todas maneras, Cosme ejercía una estrecha vigilancia sobre ella y la gente con quien Dolores hablaba, llegando incluso al extremo de decirle con quien podía hablar y con quien no. No solo le tenía prohibido charlar con hombres a raíz de los celos sino también con determinadas mujeres. Había veces que Dolores se saltaba tales prohibiciones. Entonces era cuando Cosme se volvía peligroso. Delante de la gente, Cosme se guardaba mucho de decirle nada, ¡pero en cuanto se quedaban a solas... pobre Dolores! Le caía leña hasta en el carnet de identidad.

         Evidentemente, esta situación no era ni medianamente soportable. Aunque, por lo general, el miedo más atroz era un freno para Dolores, ya digo que, de cuando en cuando, tenía arranques de valor. Uno de esos arranques fue lo que una noche mientras Cosme roncaba hizo que Dolores se decidiera a marcharse de su lado para siempre. Dolores se levantó con mucho sigilo. Se puso la ropa en otra habitación y, siempre sin hacer ruido, se fue, dejando una carta de despedida sobre la mesa de la entrada.

         Por la mañana, cuando Cosme Perversidades se despertó, al no encontrarla a su lado, sospecho la realidad. Iba a salir cuando encontró el mensaje. abrió y leyó:

Cosme:

         Como resultas un ser de lo más odioso, aunque, eso sí, un maestro en la cama y como esta que lo firma no es masoca para aguantar tus maldades, humillaciones y sadismos sin cuento, decido volver a ser libre. Si, has leído bien. LIBRE. Pues la convivencia contigo no es para quienes gustan la libertad. He intentado ser paciente; he intentado quererte; he intentado comprenderte. Tú, por tu parte, ninguna de las tres cosas. Solo has querido imponer tu voluntad por encima de todo... ¡Y de qué forma, por cierto!

         No hay que ser ningún Rappel para adivinar el futuro que te espera. Futuro que, dicho sea de paso, no está demasiado lejos. El futuro tiene, precisamente, nombre de mujer... aunque no sea una mujer: soledad. Cuando tu actividad sexual con los genitales acabe, ten por seguro que no hallaras ninguna idiota como yo ni como las que me precedieron que te aguante. No tienes nada que ofrecer a una mujer normal. Búscate una que sea masoquista y le guste sufrir todo tipo de humillaciones y crueldades sin cuento, incluyendo las bofetadas que das.

         Si te gusta malgastar tu vida, es, desde luego, problema tuyo. Pero no tiene por qué ser de nadie más. Pues, desde luego, es una pérdida de tiempo andar por el mundo creándose enemigos. Son puertas que se cierran hoy y jamás se abrirán. Cierto que tu gran soberbia y endiosamiento te impiden ver tal cosa. Mas, Cosme, has de saber que si alguna virtud tiene la sociedad es que es justiciera. No te estoy deseando ningún mal: solo te advierto de tu futuro.

         Por lo demás, desde ahora mismo, puedes irte a la mismísima mierda. Claro que, pensándolo bien, yo he salido de la mierda que eres tú. Pero tú estás condenado a vivir contigo mismo.

Dolores

         Cuando Cosme leyó la nota, su orgullo de macho ibérico de vía estrecha, se hizo trizas. Era la primera vez que, a la cara, le decían frases así. Sobre todo, las tres últimas líneas. Desde luego, Dolores se iba a enterar quién era él. Porque, por supuesto, eso no iba a quedar así. Tales frases clamaban venganza. Rápidamente, empezó a idear un plan. Ideas crueles y sanguinarias cruzaban por su mente a velocidad de vértigo. No obstante, pensaba Cosme, esto sería pasajero. Ella volvería a él. Lo llamaría y él se mostraría lo más solicito posible, como si no hubiera ocurrido nada. Y cuando Dolores estuviera a su merced... caería sobre ella su más terrible venganza.

         Cosme se deleitaba pensándolo. En ello estaba, cuando sonó el timbre de la puerta. Creyendo que era ella, abrió. En vez de Dolores, en el umbral se hallaba un tío de, casi, dos metros, muy ancho de espaldas y de indudable fortaleza física. Mal encarado, con una pinta de macarra que ahuyentaba al más pintado. Las manos en los bolsillos de la cazadora. Su voz, tremendamente fría, pregunto por Cosme:

-Soy yo...

-Sólo te vengo a dar un recadito: si vuelves a molestar a Dolores lo más mínimo, eres hombre muerto... cabrón. A tío Quique no le gusta que le hagan daño a su sobrina del alma... -cogiéndole de la pechera de la camisa y con mirada asesina, añadió: cabrón. Esto para que vayas aprendiendo -y le soltó un directo a la mandíbula tal, que a Cosme le pareció que la casa se le venía encima, cayendo al suelo como un fardo.

         El mafioso le dio un puntapié. Comprobó que, efectivamente, Cosme estaba k.o. Yo estaba encima de una mesita. El violento me vio. Me tomó y se fue cerrando la puerta de la casa. Durante un buen rato me llevó en la mano. Ya en la calle, encendió un cigarrillo y después al observar que me quedaba poco gas me tiro lejos de él. Vi cómo se alejaba. Durante algún tiempo permanecí allí caído. Hasta que alguien me tomó del suelo. Era mi nuevo propietario, PEPE AGUJAS.

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