Capitulo IV

Capitulo IV.

Luis Cinéfilo.

         Mi nuevo dueño era Luis Cinéfilo. Con él, visité muchos cines y me tragué incontables películas. Luis Cinéfilo contaba unos treinta años. Su pasión era el cine. Vivía solo en un piso, no excesivamente grande. Y, para ser un chico acostumbrado a que su mamá se lo hiciera todo, lo tenía bien apañado. Aunque era bien parecido, no tenía éxito con las mujeres. Realmente, no tenía ni amigos ni amigas. Se escabullía de su soledad real hundiéndose en el mundo de la ficción. No salía de copas, pero se alquilaba películas y se preparaba en su casa unas sesiones de cine... que eran de espanto.

         Por otro lado, se compraba revistas dedicadas al Séptimo Arte. Poseía una colección de cintas de video... que para si la quisiera más de un crítico. Por otra parte, colección dedicada al cine que salía en fascículos, colección que hacía. Grababa los programas de televisión dedicados al celuloide, al igual que los "ASI SE HIZO..." que emitían. En definitiva, no solo las películas, sino todo aquello relacionado con el invento de los Lumiere. Filmes del  año de Mari Castaña, con actores o de dibujos animados. Además, lo tenía todo archivado: nombre original de la película, actores, realizadores, director,  año en que se filmó, etc., aunque no entendía la mitad de los términos.

         En verdad, era el único tema que conocía. No sabía hablar de otra cosa. ¿Le hablaban de futbol? Ni la más remota idea. ¿Le hablaban de temas de actualidad? No estaba enterado. ¿Le hablaban de personajes históricos? Ahí, más o menos, podía defenderse... por las biografías, ajustadas o no a la realidad histórica, que había visto en películas. Y si era de relaciones hombre/mujer, su ignorancia era absoluta. Solo podía hacer referencia a sus experiencias personales de la adolescencia, que tampoco fueron muchas.

         Fue en los momentos previos a una proyección cuando conoció a Cristina. Como el, también iba sin más compañía que la propia. Luis había encendido un pitillo. Ella se acercó a pedirle fuego. Me saco del bolsillo y se lo encendió. Cristina sonrió y dio las gracias. Después, queriendo iniciar una conversación con él, preguntó a qué hora empezaba la sesión, si había oído hablar de la calidad del filme... Por supuesto, a Luis le había dado en su tema. Sin resultar pesado, conto que él había visto otras obras del mismo director con igual, o parecido equipo de realización, y que, hasta el momento, no lo había defraudado.

         Ante aquella enciclopedia viviente, Cristina se deslumbro. El caso, es que el chico no estaba mal. Le pregunto si le importaba que ella se pusiera a su lado. El que había notado una corriente de simpatía que se establecía entre ambos, contestó que no, que encantado. Sonaron los avisos. Apagaron los cigarrillos y entraron. Poco después se hizo la oscuridad. De cuando en cuando, ella le hacia un comentario por lo bajo, aprovechando un silencio en el dialogo.

         Cuando, al fin, salieron a la calle, Luis invitó a Cristina a tomar una copa en un piano bar. Estuvieron charlando acerca de la película que habían visto y de las situaciones sociales que en ella se veían. Serían las dos de la madrugada, cuando abandonaron el pub. Luis acompaño a la muchacha hasta su casa. Fueron dando un paseo. Se despidieron, citándose para la semana en el mismo cine, y para la misma sesión.

         Luis, al quedarse solo, sintió que le embargaba una enorme felicidad. Por fin, pensaba, había encontrado una mujer que, al igual que el, tuviera inclinación por el cine.

         Luis y Cristina seguían viéndose, cada vez con más frecuencia. Durante bastante tiempo, las relaciones entre ambos iban sobre ruedas. Eso sí: la visita semanal al cine y diaria al video club, no podía faltar. Pero un día, al salir del cine, Cristina empezó a decir:

-¿Hace tres semanas que nos conocimos... te acuerdas?

-¡Como voy a olvidar ese día!

-Hace tres semanas... y en todo ese tiempo, la industria del cine ha sido convidado de piedra entre tú y yo. Hollywood ha estado siempre presente.

-No te entiendo... ¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que tu amante no es de carne y hueso. Que te importa más la pantalla grande y chica que tú mismo... y por supuesto, que yo.

-También te gusta a ti el cine...

-Sí. Pero no lo hago el centro de mi vida. No me absorbe. Pues el cine es reflejo de la realidad. Pero solo eso. No es la realidad misma. El cine y sus historias están para entretener; para llenar unas horas. No una existencia completa, Luis. Vives encerrado en ti mismo, y eso te perjudica. Eres el naufrago perdido en una remota isla; desconectado del mundo y la civilización. No es malo soñar. En absoluto. Lo malo es que los sueños ajenos alimenten tus vivencias... pues son vivencias falsas. Si estás solo, es porque no tienes, en realidad, nada que compartir. Si tienes miedo a la sociedad, he de advertirte que no eres el único...

-¿Quieres decir que lo nuestro, entre tú y yo, ha terminado?

-¿Acaso ha habido algo entre tú y yo...? Todas nuestras conversaciones se han limitado a críticas de cine, directores, actores... etc. Dime si, alguna vez, hemos tocado algún tema que no estuviera relacionado con el mundo del celuloide... Una sola vez que habláramos sobre nosotros, como personas que viven en un mundo que posee mil clamores... Apaga el video. No compres la entrada. Quédate en la calle. Mira a la gente. Siente a la gente. Es un torbellino de voces. Es un espectro abierto de colores. Cada uno, tiene mil historias que contarte. Tú tienes mil historias que contarles. Ni eres inferior a nadie ni nadie es superior a ti. ¿Qué te da tanto miedo? No está todo perdido... Comparte tus conocimientos cinematográficos. Ponlos a disposición de los demás. Hay muchos que les gustaría saber la cuarta parte de lo que tú sabes. No hagas del cine el fin y objeto ultimo de tu vida. Sino el medio. Al fin y a la postre, si alguna vez sientes tristeza, no será Kim Bassinger quien venga a consolarte. Si alguna vez te encuentras enfermo y necesitas ayuda, ningún personaje saldrá de la pantalla para ayudarte. Si alguna vez necesitas que alguien te auxilie, será alguien de carne y hueso quien te venga a socorrer. Aislarse es perder. Aislarse es quedarse atrás. Abre los ojos, Luis. La luz del sol no te hará daño. Mira. Hay gente en este bar... ¿Los oyes? Hablan entre ellos. Su vida la comparten con sus más allegados: no lo guardan todo para si mismos. Salen de sí mismos y toman contacto con los demás. Enriquecer a los demás no te empobrece a ti; al contrario, aumenta tu propia riqueza espiritual. Quien más quien menos tiene sus sueños, sus ilusiones... Quien más quien menos tiene inquietudes que compartir... Esperan a que tú quieras escucharlos... No entenderán tanto de cine como tú. A lo mejor entienden de futbol, motos... que se yo... Pero el contacto con ellos será un intercambio: tú les hablaras de cine, y de ti aprenderán. Ellos, a su vez, te hablaran de deportes pongo por caso y de ellos aprenderás... Pero aprenderás, sobre todo, algo que hasta ahora te resulta novedoso: vivir, en voz activa. En pasiva, es Vegetar. Lo que has hecho hasta hoy. Cuando aprendas a vivir por activa, llámame. y diciendo esto, Cristina se levantó y se marchó, saliendo del local.

         Luis echo a correr tras ella. La amaba intensamente y no quería perderla. Estaba, sinceramente, dispuesto a vivir... No puedo contar el final de la historia de ambos: yo me quede encima de la mesa, hasta que una mano me cogió y, tras encender un pitillo, me guardó. Se trataba de JUAN BOTELLA.

 

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