Mi nuevo dueño era Luis Cinéfilo. Con él,
visité muchos cines y me tragué incontables películas. Luis Cinéfilo contaba
unos treinta años. Su pasión era el cine. Vivía solo en un piso, no
excesivamente grande. Y, para ser un chico acostumbrado a que su mamá se lo
hiciera todo, lo tenía bien apañado. Aunque era bien parecido, no tenía éxito
con las mujeres. Realmente, no tenía ni amigos ni amigas. Se escabullía de su
soledad real hundiéndose en el mundo de la ficción. No salía de copas, pero se
alquilaba películas y se preparaba en su casa unas sesiones de cine... que eran
de espanto.
Por otro lado, se compraba revistas
dedicadas al Séptimo Arte. Poseía una colección de cintas de video... que para
si la quisiera más de un crítico. Por otra parte, colección dedicada al cine
que salía en fascículos, colección que hacía. Grababa los programas de televisión
dedicados al celuloide, al igual que los "ASI SE HIZO..." que emitían.
En definitiva, no solo las películas, sino todo aquello relacionado con el invento
de los Lumiere. Filmes del año de Mari Castaña,
con actores o de dibujos animados. Además, lo tenía todo archivado: nombre
original de la película, actores, realizadores, director, año en que se filmó, etc., aunque no entendía
la mitad de los términos.
En verdad, era el único tema que conocía.
No sabía hablar de otra cosa. ¿Le hablaban de futbol? Ni la más remota idea. ¿Le
hablaban de temas de actualidad? No estaba enterado. ¿Le hablaban de personajes
históricos? Ahí, más o menos, podía defenderse... por las biografías, ajustadas
o no a la realidad histórica, que había visto en películas. Y si era de
relaciones hombre/mujer, su ignorancia era absoluta. Solo podía hacer referencia
a sus experiencias personales de la adolescencia, que tampoco fueron muchas.
Fue en los momentos previos a una proyección
cuando conoció a Cristina. Como el, también iba sin más compañía que la propia.
Luis había encendido un pitillo. Ella se acercó a pedirle fuego. Me saco del
bolsillo y se lo encendió. Cristina sonrió y dio las gracias. Después,
queriendo iniciar una conversación con él, preguntó a qué hora empezaba la sesión,
si había oído hablar de la calidad del filme... Por supuesto, a Luis le había
dado en su tema. Sin resultar pesado, conto que él había visto otras
obras del mismo director con igual, o parecido equipo de realización, y que,
hasta el momento, no lo había defraudado.
Ante aquella enciclopedia viviente,
Cristina se deslumbro. El caso, es que el chico no estaba mal. Le pregunto si
le importaba que ella se pusiera a su lado. El que había notado una corriente
de simpatía que se establecía entre ambos, contestó que no, que encantado. Sonaron
los avisos. Apagaron los cigarrillos y entraron. Poco después se hizo la
oscuridad. De cuando en cuando, ella le hacia un comentario por lo bajo,
aprovechando un silencio en el dialogo.
Cuando, al fin, salieron a la calle,
Luis invitó a Cristina a tomar una copa en un piano bar. Estuvieron charlando
acerca de la película que habían visto y de las situaciones sociales que en
ella se veían. Serían las dos de la madrugada, cuando abandonaron el pub. Luis acompaño
a la muchacha hasta su casa. Fueron dando un paseo. Se despidieron, citándose
para la semana en el mismo cine, y para la misma sesión.
Luis, al quedarse solo, sintió que le
embargaba una enorme felicidad. Por fin, pensaba, había encontrado una mujer
que, al igual que el, tuviera inclinación por el cine.
Luis y Cristina seguían viéndose, cada
vez con más frecuencia. Durante bastante tiempo, las relaciones entre ambos
iban sobre ruedas. Eso sí: la visita semanal al cine y diaria al video club, no
podía faltar. Pero un día, al salir del cine, Cristina empezó a decir:
-¿Hace
tres semanas que nos conocimos... te acuerdas?
-¡Como
voy a olvidar ese día!
-Hace
tres semanas... y en todo ese tiempo, la industria del cine ha sido convidado
de piedra entre tú y yo. Hollywood ha estado siempre presente.
-No
te entiendo... ¿Qué quieres decir?
-Quiero
decir que tu amante no es de carne y hueso. Que te importa más la pantalla
grande y chica que tú mismo... y por supuesto, que yo.
-También
te gusta a ti el cine...
-Sí.
Pero no lo hago el centro de mi vida. No me absorbe. Pues el cine es reflejo de
la realidad. Pero solo eso. No es la realidad misma. El cine y sus historias están
para entretener; para llenar unas horas. No una existencia completa, Luis.
Vives encerrado en ti mismo, y eso te perjudica. Eres el naufrago perdido en
una remota isla; desconectado del mundo y la civilización. No es malo soñar. En
absoluto. Lo malo es que los sueños ajenos alimenten tus vivencias... pues son
vivencias falsas. Si estás solo, es porque no tienes, en realidad, nada que
compartir. Si tienes miedo a la sociedad, he de advertirte que no eres el único...
-¿Quieres
decir que lo nuestro, entre tú y yo, ha terminado?
-¿Acaso
ha habido algo entre tú y yo...? Todas nuestras conversaciones se han limitado
a críticas de cine, directores, actores... etc. Dime si, alguna vez, hemos tocado
algún tema que no estuviera relacionado con el mundo del celuloide... Una sola
vez que habláramos sobre nosotros, como personas que viven en un mundo que
posee mil clamores... Apaga el video. No compres la entrada. Quédate en la
calle. Mira a la gente. Siente a la gente. Es un torbellino de voces. Es un
espectro abierto de colores. Cada uno, tiene mil historias que contarte. Tú
tienes mil historias que contarles. Ni eres inferior a nadie ni nadie es
superior a ti. ¿Qué te da tanto miedo? No está todo perdido... Comparte tus
conocimientos cinematográficos. Ponlos a disposición de los demás. Hay muchos
que les gustaría saber la cuarta parte de lo que tú sabes. No hagas del cine el
fin y objeto ultimo de tu vida. Sino el medio. Al fin y a la postre, si alguna
vez sientes tristeza, no será Kim Bassinger quien venga a consolarte. Si alguna
vez te encuentras enfermo y necesitas ayuda, ningún personaje saldrá de la
pantalla para ayudarte. Si alguna vez necesitas que alguien te auxilie, será
alguien de carne y hueso quien te venga a socorrer. Aislarse es perder. Aislarse
es quedarse atrás. Abre los ojos, Luis. La luz del sol no te hará daño. Mira.
Hay gente en este bar... ¿Los oyes? Hablan entre ellos. Su vida la comparten
con sus más allegados: no lo guardan todo para si mismos. Salen de sí mismos y
toman contacto con los demás. Enriquecer a los demás no te empobrece a ti; al
contrario, aumenta tu propia riqueza espiritual. Quien más quien menos tiene
sus sueños, sus ilusiones... Quien más quien menos tiene inquietudes que
compartir... Esperan a que tú quieras escucharlos... No entenderán tanto de
cine como tú. A lo mejor entienden de futbol, motos... que se yo... Pero el
contacto con ellos será un intercambio: tú les hablaras de cine, y de ti aprenderán.
Ellos, a su vez, te hablaran de deportes pongo por caso y de ellos aprenderás...
Pero aprenderás, sobre todo, algo que hasta ahora te resulta novedoso: vivir,
en voz activa. En pasiva, es Vegetar. Lo que has hecho hasta hoy. Cuando
aprendas a vivir por activa, llámame. y diciendo esto, Cristina se levantó y se
marchó, saliendo del local.
Luis echo a correr tras ella. La amaba
intensamente y no quería perderla. Estaba, sinceramente, dispuesto a vivir...
No puedo contar el final de la historia de ambos: yo me quede encima de la
mesa, hasta que una mano me cogió y, tras encender un pitillo, me guardó. Se
trataba de JUAN BOTELLA.
SIGUIENTE