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Ven
a la sombra de
aquel arbol frondoso. Sus
ramas nos protegeran del
frio reinante. Ven
y charlemos sin
mirar al reloj. Dejemos
que el tiempo siga su
eterno camino. Ven
y encendamos nuestros
cigarrillos. Mientras,
el humo vagara perezoso hasta
el infinito. Ven,
que las brasas iluminaran
tu rostro y el mio, �seran luciernagas rojas brillando en
las sombras. Ven,
que alla afuera aguarda,
paciente, la aurora. Ven,
que hoy como ayer, quiero
contarte una historia. Madrid, 30 de noviembre de 1989 |
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