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Acabamos de llegar a Segovia. Era
la hora de comer, y antes de echar a andar por las calles de la ciudad
castellana, una paradita en el bar que hay justo frente a la salida de la
estación. |
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Nos hizo una tarde estupenda. Incluso, hasta calor. En las terrazas, la gente charlaba alegremente. |
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Parece que a
Miriam le gustó la excursión. Prometo que volveremos |
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Eran las tres de la tarde de un domingo. Segovia dormía plácidamente su siesta, mientras nosotras caminábamos por sus calles desiertas. |
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Tras preguntar a un matrimonio, muy amable, por el camino para ir al Acueducto, por fin lo encontramos. |
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Parafraseando a Napoleón cuando llegó con sus tropas a Egipto, puede decirse que 2000 años de Historia me contemplan. |
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El Acueducto. Construido por los romanos para traer agua del Duero a Segovia. Piedra sobre piedra. Sin cemento ni otro tipo de masa. Hace relativamente poco tuvieron que prohibir la circulación de automóviles porque, con el temblor, corría peligro de venirse abajo. En la actualidad, el Acueducto sigue trayendo el agua a la ciudad. |
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A uno de los lados del Acueducto, hay unos jardines donde los turistas pueden posar. |
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Dominando la ciudad, al otro lado de las murallas que se ven al fondo, está el Alcázar. Pero... eso ya lo veremos en otra ocasión. |
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Una hermosa y amplia avenida, totalmente peatonal, que nace en el Acueducto, flanqueada por restaurantes típicos donde sirven, entre otros, el famoso cochinillo segoviano. Eso sí, la fama se la lleva Casa Cándido, que está justo al inicio de esta calle. |
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A la vuelta, de regreso para Madrid, en el tren de cercanías |
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Aunque no fue una gran excursión, sólo dos horas de ida y otras tantas de vuelta, la verdad que estaba muy cansada y me quedé profundamente dormida en el hombro de Miriam |
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Esto de roncar... ¡Qué sed da! En la Estación de Chamartín, remojando la garganta mientras contemplo un escaparate. |
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Ya estamos
de regreso en Madrid. El “Tío Pepe” de la Puerta del Sol, nos saluda.
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