Esta parte de la página se referirá a Algeciras y Marruecos.

 

 

Vista del Puerto de Algeciras con las primeras luces del amanecer.

 

 

 

 

El sol iniciaba su recorrido tras densas nubes grises cuando nos levantamos.

 

 

 

 

Desayunamos en el hotel que la agencia nos reservó. Poca gente, además de miembros de la Guardia Civil, se hallaba despierta a esas horas.

 

 

 

 

Mientras esperábamos a que saliera el barco, fuimos de nuevo al bar.

 

 

 

 

A los pocos minutos, nos encontrábamos en el barco, dispuesto a zarpar.

 

 

 

 

El barco resultaba acogedor y amplio.

 

 

 

 

No se me ve bien la cara... Pero puedo asegurarte de que iba muertita de miedo.

 

 

 

 

Nada más entrar, esta figura metálica que recuerda la cola de una ballena o algún otro cetáceo.

 

 

 

 

Por fin me acomodé... y era el momento de llamar a casa diciendo que todo iba bien, y que salíamos para Ceuta primero y luego Marruecos.

 

 

 

 

La zona de popa era la reservada para los turistas.

 

 

 

 

Si la primera vez era una densa nube descargando sobre Algeciras, ahora era una nube amenazando a Gibraltar.

 

 

 

 

Amplios ventanales permitían gozar de una magnifica visión.

 

 

 

 

 

Durante el trayecto, unos dormían y otros charlaban animadamente.

 

 

 

 

Esto ya es en tierras ceutíes. La primera vez que lo veía.

 

 

 

 

Tuvo su gracia el guía cuando dijo que no solo en Alemania se fabrica el Mercedes, sino también en África... Dromedarios.

 

 

 

 

Cuando llegamos, había otro autobús de turistas, montando en estos Mercedes tan particulares.

 

 

 

 

Había quienes parecían llevar toda la vida subido a un dromedario.

 

 

 

 

La webcam que llevaba Miriam llamo la atención tanto de Mustafá como del conductor... que es la que está en el recuadro.

 

 

 

 

El autocar bordeó la costa norte de Marruecos, ofreciendo el grandísimo contraste entre construcciones con cierto lujo y refinamiento y otras de gran pobreza.

 

 

 

 

Era primordial tener preparada la cámara y, desde el autobús, poder hacer fotos de sitios que bien por la belleza de su arquitectura o bien por su historia, merecían la pena conservar.

 

 

 

 

Un edificio con la bandera española ondeando.

 

 

 

 

Una de tantas calles de Tetuán.

 

 

 

 

Mujeres árabes, en Tetuán.

 

 

 

 

Según nos explicó Mustafá, nuestro guía, las mujeres que iban con el rostro cubierto, como la de la foto, son de origen árabe. Las otras, solo con la cabeza, de origen bereber.

 

 

 

 

Era domingo. Pero para ellos la fiesta semanal es el viernes, con lo cual todo estaba abierto y funcionando.

 

 

 

 

¿A que español no le trae esta imagen el recuerdo del clasico pueblo español? En la terraza, la gente charlando animadamente. Eso sí, no se veía ninguna mujer... y tampoco ningún borracho.

 

 

 

Ya en Tetuán, donde prácticamente pasamos la mañana, hasta la hora de comer. El de verde es Mustafá, nuestro guía.

 

 

 

 

Caminamos por un auténtico mercado árabe, lleno de multitud de tiendecitas muy pequeñas y de puestos de lo más diverso en la calle, al aire libre. Incluyendo joyerías, sin ningún tipo de vigilancia, con cristales normales... Resulta que no hay atracos, pues cortan las manos a los ladrones.

 

 

 

 

Vista de una de las calles, y una familia mexicana que venía con nosotros.

 

 

 

 

Había zonas como esta más despejada de gente. Pero otras que era preciso caminar en fila india, para evitar chocar unos con otros.

 

 

 

 

Vimos también el clásico de los clásicos del mundo árabe: el encantador de serpientes.

 

 

 

 

A pesar de tratarse de una cobra, aunque debía ser cachorrilla, el encantador hacia con ella lo que quería.

 

 

 

 

La tomaba y la soltaba, y en un momento hizo amago de darle un viaje al cuello.

 

 

 

 

Tras asegurar que el animal era totalmente inofensivo, la pasoó para que la gente se la pudiera poner de bufanda. Hubo quienes no quisimos. Pero no faltó el valiente, como este muchacho, que si se la colocó alrededor del cuello.

 

 

 

 

A lo largo de la mañana fuimos recorriendo la Meina -ciudad en árabe- de Tetuán, encontrando nuestras propias reminiscencias árabes.

 

 

 

 

Este país y su gente se hallan muy metidos en sus tradiciones. Tal oficio aprendió el padre, que este lo enseña al hijo, el hijo al nieto... y así durante generaciones. En la imagen un sastre de chilabas enseña el oficio a su hijo.