Tarde de invierno. Tarde fria y desapacible de duro y cruel invierno.
Nubes cubren por completo el firmamento. Viento brutal del norte, sacudiendo
la tarde. Tarde de vibraciones. Tarde siniestra. Paramos helados. arboles que
luchan contra los embates inclementes del Norte. Lo mas fragil es arrastrado
violentamente y golpeado con cruel sana, hasta la demencia. Tarde de invierno. Un corazon se estremece. Sus ojos negros como el
azabache, miran tras los cristales del ventanal el vigor desmedido. Contempla
su virilidad extrema y sacude la cabeza. Sabe que el Norte tambien quiere
llevarla con el. Pero ante su arrogancia, opone su firmeza. Lleva mas de diez
anos conviviendo con el, y lo conoce muy bien. Por eso, cuando el Norte actua
asi, sonrie y sacude la cabeza. Sin embargo, el Norte sabe que, en el fondo,
le admira y estima. �Viento
del Norte, cuando un dia aprendas a ser carinoso, ire contigo donde tu
quieras. Pero no uses conmigo la violencia, por muy temperamental que puedas
ser. Viento del Norte, todos los inviernos la misma historia. tus celos por
el Viento del Sur, que en verano, me acaricia y envuelve. Arrasa esta comarca
si es tu deseo, pero yo contigo no ire. Apenas dicho esto, el Norte ceso algo en su fuerza, mientras del cielo
empezaban a caer minusculos copos de nieve. �Viento
del Norte, que bien me conoces! Pero a nadie vas a enganar. No creas que asi
nadie, y menos yo, se va a dar cuenta de los destrozos que has causado. La
belleza sublime de tu regalo no me conmovera. Lo sabes bien, viejo zorro.
�Para que lo haces? Sabes que la nieve siempre me hace sonar. Sabes que su
caida aterciopelada llega hasta el fondo de mi alma. Y cuando todo esta
cubierto y la blancura se pierde en el horizonte, si la luna llena asoma y en
un cielo descubierto brillan las estrellas, ya todo mi ser goza por entero.
Dichas inefables anegan lo mas hondo, que dan nueva vida a este corazon
solitario... �los copos, poco a poco, iban adquiriendo mayores proporciones�
Si, viejo zorro, debo reconocer que no tengo mas que tu compania y la de Dick,
mi perro. Y aunque vine hasta aqui huyendo del gentio y la demencia por
norma, en ocasiones me siento tan sola... Ay, viejo companero...! Aunque
desprecio tu arrogancia y soberbia, solo te tengo a ti. Hace anos que no
escucho mas voz humana que la mia propia, y la tuya, viejo grunon. Una voz
humana... Cuanto daria yo porque seta noche, o cualquier otra, alguien
viniera a parar aqui...! Tengo a Dick, si. Tambien estas tu. Pero tu
eres un ser incorporeo, y el un animal. Viejo grunon, companero y confidente
por fuerza, lleva mis penas muy lejos, mas alla de las montanas y el
horizonte, y ahogalas en el mar...! Un golpe de viento se dejo sentir sobre los cristales. La joven se
sobresalto un poco. Mas luego, reaccionando, miro burlona afuera: �Viento
del Norte, tu amor es muy altanero. Y sacudiendo la ventana asi, jamas
lograras tu proposito. Se bien que quieres entrar aqui, en la casa, porque
entre estas paredes, por todas partes esta latente mi corazon. Viento del
Norte, soberbio y terco amor, no quieras entrar violentamente. Llama suavemente
a la puerta y no solo te mostrare mi mundo, sino que dormiras conmigo. Lentamente, la noche iba cayendo. La nevada era cada vez mas intensa.
Ines la miraba. Toda la poesia que sus ojos contemplaban, llegaba hasta su
corazon. El encanto que la hora encerraba, embriagaba su alma. La noche y el
silencio amortiguado de la blancura al caer, posandose en los sitios mas
inverosimiles. No pudo reprimir un escalofrio. Aquello le emocionaba tanto...
que le era poco menos que imposible evitar que un lagrima furtiva asomara en
sus pupilas. Ines se retiro de la ventana. Cuando empezaba asi, sabia que la
agitacion que recorria todo su ser, se hacia incontrolable. Con un panuelo se
enjugo aquella lagrima. Tomo asiento. Y sus ojos fueron a observar su propia
abstraccion mental. Y el tiempo corria. Y las horas volaban. El pensamiento de Ines era
una alondra. Detenia su vuelo aqui, y luego desplegaba sus alas para
desplazarse alla. Alondra que transportaba toda la soledad de un alma que
gozaba dentro de un limitado espacio. Joven y hermosa alondra creada en
solitario vivir. A veces, en suenos, la mano de Ines acariciaba el cuerpo del
ave. Y sentia como sus ojos la miraban enternecidos y, sin palabras, le
decian que ella estaba alli, que nunca pensara en tristes soledades. La
alondra revoloteaba sobre su cabeza y venia a posarse en el hombro y cantaba
para ella su cancion. Cancion que arrullaba el alma de Ines. Alondra que
formaba parte intima de su mundo. Y el
tiempo corria. La noche habia caido ya. La mas completa oscuridad se cernia
sobre la comarca. Solo la claridad que se reflejaba sobre la nieve. iluminaba
de alguna manera la region. Penetrante silencio. Solo la respiracion de la
joven. Solo el tic�tac del reloj. Y de muros afuera, la quietud helada. Unos leves golpes en la puerta, obligaron a Ines volver de sus
pensamientos. Dick ladro y la alondra se esfumo. Ines se levanto y
tras la puerta, oyo una voz decir: �abreme,
por favor. La noche es muy fria y ando extraviada. abreme, por favor. Solo
soy una mujer que busca su rumbo. No temas, quien quiera que seas, que no
busco perjudicarte. Solo soy ave de paso... Ines, conmovida, abrio la puerta. Ante si, encogida por la baja
temperatura reinante, habia una mujer. Una mujer de unos treinta anos.
Cabello y tez morenos. Fuerte como un roble.. Poderosas munecas y no menos
despreciables antebrazos. Piernas que, a traves del pantalon, se adivinaban
fortalecidas de tanto andar. Rostro fraguado por las inclemencias del tiempo.
Labios anchos y amoratados por el frio. Pero de todo, lo que mas cautivo la
atencion de Ines fueron sus ojos. Unos ojos grandes, hermosos, Y mas que el
aspecto en si, era su expresividad. Diriase que casi podia leerse su
pensamiento. �Mi
nombre es Diana. De muy lejos vengo y muy lejos voy. No tengo rumbo y carezco
de lugar donde aposentarme. Por ello, quisiera rogarte me dejaras algun lugar
donde pasar la noche. Partiria manana, en cuanto amanezca. �Quien era aquella mujer que la noche habia traido? Habia un acento de
sinceridad en sus palabras. A pesar de la claridad, habia algo en ella que a
Ines le parecia misterioso y, a la vez, sugerente. Sin duda, no se trataba
mas que de una vagabunda, pero de una vagabunda muy especial. �Como habia ido
a dar a aquella region, olvidada de Dios y de los hombres? Ines la invito a pasar. Diana tomo asiento frente a la chimenea,
agradeciendo con un gesto la muestra de hospitalidad. Las dos mujeres se
miraron fijamente, preguntandose cada una que hacia la otra tan lejos de la
civilizacion. Diana miraba sin parpadear a su anfitriona. Habia algo en ella que,
por un lado, invitaba a la confidencia y, por otro, al silencio. Aquella
mujer parecia tener unos veinticinco anos. Diana de pronto se sentia cada vez
mas atraida por aquella mujer. Dick, por su parte, no dejaba de olfatearla. No
grunia ni ladraba. Diana acariciaba la cabeza del animal. Aunque tenia
motivos mas que sobrados para odiarles, los perros resultaban ser santo de su
devocion. Llevaba en brazos y piernas huellas de mordeduras perrunas. Pero no
echaba la culpa a los mismos perros, sino a los propietarios de los mismos,
pues en vez de tener un amigo, los educaban solo pensando en la agresion a
otros humanos. Diana sabia de sobra que, entre otras, la gran cualidad del
perro es la fidelidad a su amo y la nobleza. Por tanto, cuando el perro
muerde, no es justo culpar al irracional, sino a quien le enseno a ser cruel
y agresivo: el amo. Durante mucho tiempo, tuvo Diana un companero de viaje. Tan vagabundos
el como ella. Fiel y carinoso como nadie. Podia verseles a ambos marchar por
los caminos. Cuando en el firmamento asomaba el lucero, buscaban un refugio y
ambos contemplaban la noche caer, hasta que el sueno les vencia. Ella se
acurrucaba en el cuerpo del animal, buscando ese calor que la protegiera del
frio nocturno. Y cuando amanecia era el, quien con suaves topadas con el
hocico, frio y humedo, la despertaba. Idilica amistad. Aquel conductor debia estar borracho. O era un asesino. Se despego del
lado de Diana y el golpe tan brutal que le dio el coche, le hizo volar por
los aires, yendo a estrellarse contra el asfalto. Diana se sintio romper por
dentro. Fue corriendo hasta donde estaba su amigo. Intento despertarlo, pero
todo fue en vano. El golpe lo habia matado. Ciega de dolor y rabia, fue
contra el conductor que, con todo el cinismo del mundo, negaba importancia al
hecho. Lo hubiera estrangulado, si el hombre que acompanaba al conductor no
la hubiera sujetado y que, como pudo, intento tranquilizarla. Cuando supieron
que aquel perro era el unico ser que tenia afecto por ella, los dos hombres
se miraron estupefactos. No sabian que decir ni que hacer. El hombre que la
sujetara, fue el primero en reaccionar... aunque de forma un tanto torpe: le
dijo que siempre se podria hacer con otro perro. Que en esa epoca del ano,
(verano), siempre habia muchos desalmados que abandonaban a perros. Y
cualquiera de esos animales, le querria tanto y le brindaria tanta compania
como al que habian atropellado. Diana no escuchaba. Solo veia a su amigo, su fiel Chucho
reventado. Se tragaba las lagrimas. Se ofrecieron los dos hombres para
enterrar el animal. Diana se nego: era lo ultimo que podia hacer por el, y no
dejaria que fueran otras manos quienes lo tocaran. Los dos hombres se
alejaron. Cuando desaparecieron de su vista, Diana cogio el cadaver del perro
y lo aparto de la carretera. Cavo con sus manos una fosa, donde sepulto los
restos del animal. Y es que cuando no se tiene a nadie en el mundo, a un
perro se le quiere como a una persona. Aquella noche la paso casi toda en vela. No podia conciliar el sueno.
Con la primera luz de la manana, Diana inicio su partida. Durante varios
dias, le lloro. No encontro otro perro que la quisiera acompanar y ahora iba
sola. El silencio planeo entre las dos mujeres. Ines se quedo pensativa. Se
estremecio de sentimiento. Miro a Dick y luego a Diana. Esta reflejaba
en su mirar un pequeno dolor y una nostalgia por aquello. A pesar de que
habia transcurrido el tiempo y no era reciente, aquella herida no habia
terminado de cicatrizar. Ines se preguntaba hasta que punto es tan notable y
de agradecer el carino que un animal puede brindar. Tan dura es la
soledad...! Aunque se lleve tiempo rodando por esos mundos, sin mas compania
que la propia sombra y cuando hay sol, jamas el corazon se acostumbrara a la
soledad. Se llevara mejor que muchos, pero nada mas. Pues los vagabundos son
tambien seres humanos, con una capacidad afectiva. Y ellos rien y lloran,
aman y odian... como cualquiera. Ines se sentia abrumada. Aquella mujer no habia hecho mas que dejar
entrever una parte de si misma, y logro estremecer a la joven. �Como seria en
la parte mas intima de su ser, a la cual se llegaba en contadisimas
ocasiones...? Lo imagino por un momento y un gran vertigo se apodero de ella.
Fue tal, que un escalofrio recorrio todo su cuerpo. Miro de nuevo a Diana.
Podia adivinar como los recuerdos se agolpaban en su memoria. De pronto, al
notar la mirada de Ines sobre si, se volvio hacia ella. Ines aparto la mirada
de su huesped: no queria que notara la explosion de sentimientos que se estaba
produciendo en su interior. No obstante, Diana se dio cuenta de ello. Y una sonrisa de
asentimiento aparecio en sus labios. No sabia nada de su anfitriona, y sin
embargo presentia buena disposicion por parte de ella. Ines empezo a contar la compania que Dick le hacia a lo largo
del dia. Como ella tambien mantenia dialogos con el animal. Y que tal era la
compenetracion con el cuadrupedo que, en ocasiones, parecia querer responder.
Tambien le hablo de la alondra que solo existia en su imaginacion. A falta de
seres de carne y hueso, bueno esta lo que la imaginacion crea. Se negaba a
ser un numero, y mas aun a ser engranaje en esa poderosa maquina que amenaza
con engullir a todos. Preferia ser alguien a distancia, que nadie en
el centro del meollo. Diana la escuchaba atentamente. Veia que, en el fondo, tenia
sentimientos en comun. Pero que ella amaba mucho mas la libertad. Por lo
menos, era mas arriesgada, mas aventurera. Por otra parte, ignoraba cuales
fueron los motivos concretos que llevaron a Ines a lejos de cualquier lugar
habitado. Por su parte, el tiempo que llevaba andando la habia enriquecido
muchisimo. Tener que aguzar el ingenio para poder esquivar tantas y tantas
situaciones y salir airosa de acontecimientos comprometidos; en una rapida
ojeada, saber cuales eran las intenciones de cada persona con la que se iba
encontrando. Sabia muy bien que alla por donde pasara, levantaba recelos y
sospechas. Por eso, siempre que podia evitaba los nucleos urbanos. No era
ningun mirlo blanco. Sino aguila solitaria que volaba muy alto. Reina
de los caminos, le llamo alguien. Pero reina sin cetro ni corona. Sin embargo, a pesar de los recelos que levantaba y de sus propios
resquemores, su necesidad de contacto con sus congeneres la llevaban a
intentar el dialogo con hombres y mujeres. Ahora tenia ante si a una joven que, por lo que le iba contando,
deducia que hacia mucho que no sentia la presencia humana. En todo aquello
que la contaba, tampoco descubria su intimidad. Solo permitia entrever una
parte de si misma. Y se referia sobre todo a los sentimientos. Semejaba un
mar. Pero no un mar tempestuoso y encrespado, sino arrullador y pacifico.
Ines le pedia carino, pero no lo hacia de una manera abierta. Toda su
profundidad se lo impedia. A Diana, le agradaba esa forma de ser. Pues
hablaba de si sin ningun tipo de vanidad ni grandilocuencia... Desde luego,
de momento, ya tenia algo distinto a los demas: que no eran penas ni
desgracias, y que incluso ponia un punto de humor e ironia a las cosas que
iba narrando. La gente que hablaba con Diana la tomaba como un soplo de
aire. Por eso, tal vez, la contaban sus penas. Tenian la seguridad de que
sus secretos se los llevaria con ella, muy lejos. En realidad, le importaba
poco los lios que se trajeran los sedentarios. Ella era Reina de los
caminos, y su vida estaba grabada en los senderos. Pese a todo, recordaba con especial carino a una adolescente, que
durante el tiempo que estuvo en aquel pueblo, iba a verla todos los dias. De
hecho, Diana tenia por costumbre permanecer como mucho tres dias en un
sitio... pero, por aquella muchacha, rompio su norma, permaneciendo quince
dias. La joven la llevaba alimentos que, como podia, robaba de su propia
casa. Los amigos de la aldea se burlaban de ella porque veian que iba con la
vagabunda. Una noche, quiso la adolescente dormir con ella, al sereno. Diana
trato de convencerla por todos los medios para que fuera a dormir a su casa.
Pero tanto y tanto insistio, que ceder. La felicidad se dibujo en el rostro
de la nina. Para la jovencita aquello suponia una maravillosa novedad. Como
no tenia costumbre de dormir bajo las estrellas, pronto sintio frio, y se
acurruco contra Diana, la cual la abrazo, dandole calor con su cuerpo. No podia olvidar a aquella chiquilla. Y tampoco su semblante
entristecido cuando le dijo que tenia que marcharse: "Llevame contigo;
ire donde tu vayas... Por favor, llevame". Diana se enternecio. Aunque
hubiera deseado decir "vente", no podia. Sabia que la vida de
aquella adolescente estaba con sus amigos y amigas del pueblo aquel, con sus
padres, con sus hermanos. Asi se lo quiso explicar. Y tambien que a ella, a
Diana, nadie la esperaba en ninguna parte. "Yo te espero aqui"
contesto la joven. Y Diana se emociono. Sabia que lo decia de verdad.
"Tu has sido la unica persona que me ha hecho feliz... por eso quiero ir
contigo". Diana le seco las lagrimas que empezaban a brotar, mientras le
aseguraba que pronto alguien descubriria en ella su capacidad de ternura, y esos
encantos que mantenia ocultos. Y que esa persona se enamoraria de ella,
haciendo que se alegrara de no haberse ido con ella. Cuando llego el momento del adios definitivo, Diana miro a los ojos de
aquella adolescente. Una honda tristeza se reflejaba en sus pupilas. Sacudia
levemente la cabeza, en vano intento de alejar aquel dolor. No podia soportar
la mirada de Diana. Esta contemplaba aquellos ojos, tan negros como la noche.
El silencio, doliente en aquella manana de octubre, se quebro con la voz de Diana,
que con gran serenidad se despedia, lentamente, sin prisas. Recordaba que hubiera querido llevarsela consigo en aquel momento. Y
aunque la voz del corazon era muy fuerte, se hizo la sorda. Mientras se
alejaba, oia con infinito dolor la llamada adolescente. Solamente se volvio
una vez. Era una figura muy lejana. Saludo con la mano y fue respondida.
Despues, ya se marcho. En multitud de ocasiones, se preguntaba que habria sido de ella. En
realidad, fue la unica persona que lloro por su ausencia. Lo mas seguro es
que habria encontrado el amor. Muchas veces se sintio tentada de volver a la
aldea. Sin embargo, no lo hizo. El miedo a haber sido olvidada, la frenaba. La voz de Ines la hizo volver al presente. �Yo soy
la sombra que vaga, errante, por los caminos. Ando buscando mi propio norte y
de la Naturaleza hice mi hogar. Ella forma parte de mi, y yo parte de ella.
Soy reina sin cetro ni corona. Reina en un mundo que no sabe de limites ni
fronteras. Para mi, no existen vallas ni alambradas. Y desconozco lo que es
matarse por un palmo de tierra. El mundo es mi hogar. El viento del Norte,
senor de las montanas, es mi amigo. De dia el sol me alumbra y da su calor, y
de noche la luna me invita a sonar... Ines no la interrumpio. La imaginaba, caminando sin prisa alguna, por
los senderos, sin preguntar por donde llevan. Que mas da...! Es igual Norte
que Sur, Este que Oeste. El caso es andar. Tal vez, en la mayoria de los
casos, no sabia ni donde estaba. Que mas da...! Ines podia verla
aproximandose a un pueblo y, desde cierta distancia, observarlo
momentaneamente, para luego, en muchas ocasiones, dar un rodeo. La noche hacia tiempo que habia caido. Tras las nubes, aparecio una
luna blanca y redonda. Poco a poco la cortina de nubes se fue retirando,
hasta quedar un cielo azul. La luna vestia de brillante plata la comarca
cubierta de nieve, y sus destellos se esparcian hasta el infinito. Un
espectaculo demasiado bello para que Diana no se levantara a contemplarlo en
toda su magnificencia. Se puso ante los cristales, y alli de pie, permanecio
durante un buen rato. Ines quiso encender una luz. Diana la detuvo. Del
exterior entraban reflejos de plata, produciendo una suave penumbra dentro de
la casa. La voz de Diana sonaba susurrante. Ines percibia toda la poesia que
del alma de aquella mujer manaba, casi sin esfuerzo. Una poesia intima,
hondamente sentida. Sin artificios. Nacida de lo mas profundo del alma,
semejaba un dulce y calido manantial. Ines sentia como todas y cada una de las cosas que Diana decia se iban
grabando en su alma. Una fuerte emocion que venia de lo mas insondable
anegaba todo su ser. �Que le pasaba? Nunca se habia sentido igual. �Quien
tenia delante, que solo con la modulacion de la voz la sobrecogia de
sentimiento? Aquel mirar escrutador, con que Diana llegara a la casa, habia
desaparecido, dando paso a un mirar mas cautivante. Paradojicamente, esta
situacion le producia a Ines cierto temor, pero a la vez se sentia
fuertemente atraida. Y el tiempo pasaba. Su paso era ligero, veloz. Silencioso, envolvente.
Diana,
por su parte, tampoco era insensible al mundo que Ines mostraba. Sobre todo,
cuando le conto lo de la inexistente alondra. Aquella alondra que no era mas
que su alma transformada en ave. El detalle de confiarle tal historia, en
realidad, era bonito. Y se quedo pensando... Ines habia concentrado todos sus
suenos, ilusiones y sentimientos en un ave. Sin embargo, solo ahi estaba una
minima parte. Y aunque era mucho, el resto �bastante mas� se hallaba diluido
en aquellas paredes, que eran algo mas que simples protectores de las
inclemencias del cielo. En aquella casa, cada milimetro cuadrado era una
fraccion de su persona. Y ella, la misma Ines, era la quintaesencia, el
nucleo de donde irradiaba todo lo demas. Aquello impresionaba a Diana, hasta tal punto que apenas podia dar
credito a lo que percibia. Cuando Ines hablaba, Diana tenia la extrana
sensacion de que toda la casa, todos los objetos, cobraban vida propia. Habia
algo en Ines que Diana se sentia incapaz de describir, y menos aun de definir.
Ese algo latia en la forma de mirar de Ines, en el gesticular de sus manos,
en sus mismas palabras. �Como poder describir que en una sola mirada, Ines
habia dicho todo? �Como decir que aquellos ojos actuaban como imanes que la
atraian con irresistible fuerza? Y la suave cadencia de su voz, era como las
quietas aguas de un lago, sobre cuya superficie se mira el sol del atardecer.
Una y otra vez Diana buscaba la imagen que la pudiera definir... pero no la
encontraba. Diana no decia palabra de todas aquellas sensaciones. Sin embargo, la
fascinacion que sentia, sabia que podia asomar a su rostro. Y a la vez que
escuchaba mas y mas a su anfitriona, iba hallando misterios en las
profundidades insondables de su alma. Diana no decia nada. Las horas iban pasando sin apenas sentir. La
luna, en su recorrido, alumbraba por otro lado. Ahora la viajera de la noche
se hallaba asentada por detras de la casa, y toda su luz se reflejaba en la
nieve caida. El cansancio y el sueno iban haciendo mella en las dos mujeres. Fue Irene
quien propuso ir a dormir. Diana acepto encantada. Cuando, pasados unos minutos, las dos mujeres se acostaron, Diana miro
por la ventana y luego a su companera. Pudo distinguir su silueta,
recortandose ante la luz de la ventana. Podia escuchar su respiracion. Sentir
su calor. Al poco, la cabeza de Ines se apoyaba sobre el pecho de Diana. Y
esta la rodeo con sus brazos, dejando que un mar de dulces sentimientos las
envolviera con su ternura. *** *** La tibia luz de la manana entraba por la ventana. Ines sintio los
rayos del sol en su rostro. Alargo una mano, buscando a Diana. Abrio los ojos
y miro por toda la habitacion. Sobre la mesilla, un papel: Ines: No queria irme sin decirte adios, mas dormias tan placidamente, que me
daba pena despertarte. Las despedidas siempre causan tristeza. Quiero darte
las gracias por tu hospitalidad. La vida de los vagabundos, la que yo un dia
escogiera, es siempre imprevisible. Y aunque todavia no se ni a donde voy,
quien sabe! es posible que un dia vuelva a buscarte. Se muy feliz, Ines, te
lo mereces. Recibe un abrazo muy fuerte de, DIANA Ines se fue hacia la ventana. Sus ojos escrutaron la distancia. Un
puntito muy pequeno se alejaba. Era Diana, la reina de los caminos,
que volvia a sus dominios. Ines la miro alejarse. Y un soplo de viento del
Norte dejo en el cristal un circulo empanado. Para
O.R. que lo disfrute leyendo, como yo lo disfrute escribiendolo. |
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