Capitulo XIX

CAPITULO XIX

Paco Polémicas

         Paco Polémicas era también cliente del mismo local que Enrique Prepotente[1]. La noche de la historia no estaba. Le pusieron al corriente, otros dos clientes, en cuanto piso el local. Todos reían, pues en realidad sentían un gran desprecio por aquel hombre. Incluso Paco Polémicas reía... Debió ser la excepción que confirmó la regla.

         Porque mi nuevo propietario disfrutaba discutiendo con todo el mundo de lo que fuera. ¿Su interlocutor era seguidor del Real Madrid? El, del Barça. ¿Que su interlocutor era del Barça? El, del Real Madrid. ¡Qué más da! El caso era polemizar. Y aunque él era de Madrid y no tenía nada con Sevilla y su provincia, siguiendo con el tema del futbol, si encontraba un sevillista, él apostaba por el Betis, y si era un bético, se mostraba a favor del Sevilla. He puesto ejemplos con el futbol. Pero así obraba con todos los temas opinables. Como digo, se lo pasaba bomba.

         Su técnica era muy simple: dejaba hablar a su oponente y cuando este decía algo opinable sobre lo que fuera, él decía que no estaba de acuerdo. Se entablaba la discusión. La otra persona mostraba sus argumentos. Paco, sencillamente, los rebatía... hasta terminar diciendo el mismo Paco lo que el otro dijera al principio.

         La gente que le conocía poco picaba fácilmente. Pero los que ya sabían de qué pie cojeaba y no tenían ganas de polemizar, sencillamente lo evitaban. Hubo alguien que le dijo, en cierta ocasión, que no hubiera tenido precio como político de la oposición permanente. Por cierto, con la persona que le dijera esto no tuvo ocasión de replicar, pues en cuanto Paco intento decir algo, la persona se fue, dejándole con la palabra en la boca.

         Aunque de modo inconsciente, esta actitud de Paco no era más que una estrategia para alargar una conversación. Pues Paco, en realidad, no era más que un lobo solitario, que buscaba a alguien con quien poder estar unas horas. En realidad, no se daba cuenta que esa forma de actuar era contraproducente. Porque, ciertamente, eran muy pocos los que se iban a mitad de la polémica, pero sí era una forma de evitar que, en otro momento, se le acercaran... sobre todo, mientras estaban tomando copas: la gente va a tomar copas, bailar, charlar... pero no a polemizar con nadie sobre nada.

         El caso que a Paco se le veía un hombre super correcto, educado y prudente. Pues ni en discusiones acaloradas, perdía la compostura. Eso sí: lograba que los demás perdieran los estribos.

         Como es de suponer, Paco era así en todas partes: en su casa esta forma de obrar le costó el divorcio, tomando copas... y en el trabajo.

         Su jefe, Ángel Castillo, era un hombre super paciente. Había quien le llamaba Job. Aunque le tenía frito con sus discusiones por todo, Ángel valoraba la valía de Paco como empleado eficiente y trabajador. Tras diez años de tenerle a sus órdenes, Ángel había aprendido a evadir las polémicas de Paco. Por razones de estrategia de la empresa, Ángel Castillo fue enviado fuera de Madrid, y su puesto lo ocupo otra persona... Y esa fue la perdición de Paco: en la primera ocasión que intento discutir algo, en lo cual por una vez, Paco llevaba toda la razón del mundo, el nuevo jefe le abrió expediente. Como la situación seguía mal, pues el nuevo jefe era de los que nunca se equivocan, Paco volvió sobre el tema en cuestión, y fue puesto de patitas en la calle.

         Paco, el día que lo echaron del trabajo, cogió sus cosas. Me metió en el bolsillo del pantalón, con el pañuelo. A todo esto, no he dicho que era alérgico al polvo atmosférico. Estando en la calle, estornudo. Echo mano del pañuelo, y con el pañuelo salí yo también, que rodé por la acera hasta dar con ASUNCIÓN MONOTEMA.

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[1] Ver Capitulo anterior.