Paco Polémicas
Paco Polémicas era también cliente del
mismo local que Enrique Prepotente.
La noche de la historia no estaba. Le pusieron al corriente, otros dos
clientes, en cuanto piso el local. Todos reían, pues en realidad sentían un
gran desprecio por aquel hombre. Incluso Paco Polémicas reía... Debió ser la excepción
que confirmó la regla.
Porque mi nuevo propietario disfrutaba
discutiendo con todo el mundo de lo que fuera. ¿Su interlocutor era seguidor
del Real Madrid? El, del Barça. ¿Que su interlocutor era del Barça? El, del
Real Madrid. ¡Qué más da! El caso era polemizar. Y aunque él era de Madrid y no
tenía nada con Sevilla y su provincia, siguiendo con el tema del futbol, si
encontraba un sevillista, él apostaba por el Betis, y si era un bético, se
mostraba a favor del Sevilla. He puesto ejemplos con el futbol. Pero así obraba
con todos los temas opinables. Como digo, se lo pasaba bomba.
Su técnica era muy simple: dejaba
hablar a su oponente y cuando este decía algo opinable sobre lo que fuera, él decía
que no estaba de acuerdo. Se entablaba la discusión. La otra persona mostraba
sus argumentos. Paco, sencillamente, los rebatía... hasta terminar diciendo el
mismo Paco lo que el otro dijera al principio.
La gente que le conocía poco picaba fácilmente.
Pero los que ya sabían de qué pie cojeaba y no tenían ganas de polemizar,
sencillamente lo evitaban. Hubo alguien que le dijo, en cierta ocasión, que no
hubiera tenido precio como político de la oposición permanente. Por cierto, con
la persona que le dijera esto no tuvo ocasión de replicar, pues en cuanto Paco
intento decir algo, la persona se fue, dejándole con la palabra en la boca.
Aunque de modo inconsciente, esta
actitud de Paco no era más que una estrategia para alargar una conversación.
Pues Paco, en realidad, no era más que un lobo solitario, que buscaba a alguien
con quien poder estar unas horas. En realidad, no se daba cuenta que esa forma
de actuar era contraproducente. Porque, ciertamente, eran muy pocos los que se
iban a mitad de la polémica, pero sí era una forma de evitar que, en otro
momento, se le acercaran... sobre todo, mientras estaban tomando copas: la
gente va a tomar copas, bailar, charlar... pero no a polemizar con nadie sobre
nada.
El caso que a Paco se le veía un hombre
super correcto, educado y prudente. Pues ni en discusiones acaloradas, perdía
la compostura. Eso sí: lograba que los demás perdieran los estribos.
Como es de suponer, Paco era así en todas
partes: en su casa esta forma de obrar le costó el divorcio, tomando copas... y
en el trabajo.
Su jefe, Ángel Castillo, era un hombre
super paciente. Había quien le llamaba Job. Aunque le tenía frito con sus discusiones
por todo, Ángel valoraba la valía de Paco como empleado eficiente y trabajador.
Tras diez años de tenerle a sus órdenes, Ángel había aprendido a evadir las polémicas
de Paco. Por razones de estrategia de la empresa, Ángel Castillo fue enviado
fuera de Madrid, y su puesto lo ocupo otra persona... Y esa fue la perdición de
Paco: en la primera ocasión que intento discutir algo, en lo cual por una vez,
Paco llevaba toda la razón del mundo, el nuevo jefe le abrió expediente. Como
la situación seguía mal, pues el nuevo jefe era de los que nunca se
equivocan, Paco volvió sobre el tema en cuestión, y fue puesto de patitas
en la calle.
Paco, el día que lo echaron del
trabajo, cogió sus cosas. Me metió en el bolsillo del pantalón, con el pañuelo.
A todo esto, no he dicho que era alérgico al polvo atmosférico. Estando en la
calle, estornudo. Echo mano del pañuelo, y con el pañuelo salí yo también, que rodé
por la acera hasta dar con ASUNCIÓN MONOTEMA.
SIGUIENTE