Mariano Semental parecía querer figurar
en el Libro Guinness de los Récords como el hombre que más mujeres se había
llevado a la cama. Puedo decir que, en el tiempo que fui de su propiedad,
estuve más tiempo encima de mesillas de noche que con el resto de mis esporádicos
propietarios.
Lógicamente, no fue al único que vi
hacer el amor. Pero si al que más veces... y nunca más de dos días con la misma
mujer. Aquello parecía sesión continua de películas X. El caso que Mariano
tampoco era un hombre que quitara el hipo. ¡Algo tendría en su trato que a las féminas
las volvía del revés! Lo del hombre este parecía una constante apuesta consigo
mismo: "A ver si soy capaz de tirarme a aquella..."
En realidad, Mariano era incapaz de
enamorarse y amar a nadie que no fuera a él mismo. Lo más que llegaba era a
"probar" sexualmente a todas las que se le ponían a su alcance. Pero
sentimientos por alguna de ellas, ninguno. Algo bueno tenía: por lo menos, era
discreto. Claro, que también podría ser porque su necesidad perentoria era satisfacer
su yo masculino ante sí mismo, no ante los demás.
Por otra parte, a Mariano le traía sin
cuidado lo que de él opinaran las distintas mujeres que había conocido. Sabía
que no dirían nada bueno. Pero como por su vida pasaban sin pena ni gloria, y
no interferían más que las veces que hacia el amor con cada una de ellas, le
resultaba totalmente indiferente lo que hablaran.
Porque, obviamente, así como para la
conquista y seducción era un encanto de hombre, y gastaba buenas formas y
maneras, para el "ahí te quedas" era drástico y cortante, rayando en
lo grosero. Como es lógico, con la experiencia aprendió mil y un trucos. Desde
luego, podría escribir un libro sobre Como ligarse a una mujer para
llevarsela a la cama y luego olvidarse totalmente de ella.
Ni
que decir tiene que, en realidad, ¡tuvo mucha suerte! Pues ninguna mujer vino reclamándole
paternidades. Y es de suponer que, con tanto trajín sexual, alguna se quedaría
embarazada... Pues tampoco era muy partidario del preservativo. Lo que si encontró
él fue sobre todo en su primera juventud alguna enfermedad venérea. La verdad
que tampoco entonces seleccionaba mucho y se acostaba con la primera que viera.
También aprendió a elegir un poco...
Si para cualquier varón sus propios
atributos sexuales son sagrados, para Mariano eran sacrosantos. El no va más.
Su sanctasanctórum. Por eso aquel día fue el más negro de su vida.
Salíamos del apartamento de una chica. Habíamos
estado todo un fin de semana. Mariano disfrutó como nunca. La muchacha aquella
era también una consumada experta en la cama. Aunque, por lo general, era él
quien llevaba la iniciativa, igualmente a ella se le ocurrían posturas con una
fuerte carga de erotismo. Total, que ya el domingo por la noche, cuando Mariano
se despidió de ella, la prometió volver más veces, porque se había deleitado
como nunca. En esa ocasión, me consta que sí fue sincero. Podría incluso
asegurar que tal vez fuera la primera mujer a la que viera como algo más que un
mero objeto sexual...
Fue, justo, en el portal de la
muchacha. Un semáforo que estaba en verde. El autobús, en la parada, situada en
el otro carril. Mariano, sin mirar, quiso cruzar para tomar ese autobús. Un
coche que venía se lo llevó por delante.
Al cabo de varias horas, Mariano despertó
en una habitación de un hospital. Preguntó a la enfermera que le había pasado y
ella se lo dijo, al igual que las consecuencias: el accidente le dejo
impotente. Quizá alguna vez recuperaría su vigor sexual en el pene, pero tampoco
tenía muchas probabilidades. Con una media sonrisa, la enfermera le dijo que debería
buscar otras formas de gozar el sexo que no fuera la genital.
Cuando Mariano se quedó solo, sintió cómo
el mundo se le venía abajo. El, con 35 años, se había quedado hecho un inútil.
Vio su futuro totalmente sombrío, sin ninguna ilusión. En menos que tardo en
contarlo, miró a su pasado. Todas y cada una de las mujeres, incluyendo a la última,
que pasaron por su vida y que con ninguna quiso el echar raíces. Se daba cuenta
de que había perdido el tiempo soberanamente. Que tanta maestría adquirida en
la cama, ahora no le servía absolutamente para nada... porque no podía ponerla
en práctica. ¿Cómo intentaría conquistar a una mujer, si su gran recurso estaba
anulado por completo?
Rabia, dolor, amargura se aunaron en él.
Y como consecuencia de esa rabia, volé por la ventana, yendo a dar a los pies
de Marta Madrugadas, a la cual no herí de puro milagro.
SIGUIENTE