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He
visto tu mirada al
clarear la manana. He
adivinado tu sonrisa en
el vaiven de las olas. He
oido tu voz en
el viento de la tarde, he
sentido tu caricia en
las brumas del alba. He
poseido tu cuerpo en
el abrigo del ensueno, he
deseado tu sombra en
el dormido crepusculo. Y en
el fondo de mi alma, he
llorado tu recuerdo. Madrid, 9 de enero de 1990 |
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