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Se
aventura la manana a salir entre
la pesada bruma de la noche, abriendo
paso a traves de la escarcha que
ahoga, con su manto helado, un
grito de atroz desesperacion. Tenue
caricia del sol naciente, envuelto
en multitud de reflejos, que
se alzan en total inclemencia por
el largo sendero del infinito hasta
fundirse en la distancia. Espejismo
de luz y sombra, unidos
en fraternal abrazo, mientras
la ternura de un beso �revolotea en el alma callada de los
ojos semidormidos. Madrid, 3 de diciembre de 1989 |
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