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XXX. IL TROVATORE

Era la noche un mar de voces

que hasta el cielo se elevaban

sin orden ni concierto.

Era la noche una amalgama completa

de risas y confidencias,

envuelta en alcohol y tabaco.

A lo mas alto de una atalaya,

cegado por una fuerte luz,

ante la indiferencia de todos,

un hombre se dirige a los presentes.

Ajeno al rugido de los congregados,

da comienzo a su actuacion.

Paulatinamente, la voz del trovador

se va imponiendo al ruido reinante,

merced a la magia que el provoca.

Melodias que surgen una tras otra,

embriagando de sentimiento

a los corazones delirantes.

Musica que enmarca a la poesia,

poesia que envuelve a la musica...

Ternura que, con dulce acento,

toca levemente en el alma dormida.

Ensuenos, tal vez olvidados,

que resucitan a toda musica.

Y un deseo unanime surge:

Canta, payador, canta otra vez;

transportanos con tu trova

a ese mundoque solo tu conoces;

canta, payador, toda la noche

hasta que la aurora nos sorprenda.

Canta, trovador, una vez mas

y que el hechizo de la madrugada

nada pueda romperlo jamas;

canta, que a los sones de tu cancion,

sin que tu jamas lo sepas,

el amor esta naciendo.

Madrid, 23 de diciembre de l995