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Era la noche un mar
de voces que hasta el cielo
se elevaban sin orden ni concierto. Era la noche una
amalgama completa de risas y
confidencias, envuelta en alcohol y tabaco. A lo mas alto de
una atalaya, cegado por una
fuerte luz, ante la
indiferencia de todos, un hombre se dirige a los presentes. Ajeno al rugido de
los congregados, da comienzo a su actuacion. Paulatinamente, la
voz del trovador se va imponiendo al
ruido reinante, merced a la magia que el provoca. Melodias que surgen
una tras otra, embriagando de
sentimiento a los corazones delirantes. Musica que enmarca
a la poesia, poesia que envuelve a la musica... Ternura que, con
dulce acento, toca levemente en el alma dormida. Ensuenos, tal vez
olvidados, que resucitan a toda musica. Y un deseo unanime
surge: Canta, payador,
canta otra vez; transportanos con
tu trova a ese mundo� que solo tu conoces; canta, payador,
toda la noche hasta que la aurora nos sorprenda. Canta, trovador,
una vez mas y que el hechizo de
la madrugada nada pueda romperlo
jamas; canta, que a los
sones de tu cancion, sin que tu jamas lo
sepas, el amor esta naciendo. Madrid, 23 de diciembre de l995 |
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