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XXV. CREPuSCULO
Muy
poco a poco, en
lenta agonia, va muriendo la tarde. Alla,
por el infinito, el
horizonte se tine de rojo, sangrando su amargura. Se
extingue la clara y limpia luz, mientras
las sombras avanzan con paso inexorable en su
conquista. Un
aliento helado y sobrecogedor penetra
en la noche naciente, dejando aterida y doliente el alma. Muere
el radiante y bello dia, y con
su definitivo adios tambien muere parte de mi vida. Madrid, 14 de diciembre de 1995 |
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